Campos de cultivo intensivo de vermicompost
"En un futuro, las lombrices nos descubrirán nuevos productos y aplicaciones", asegura el biólogo Manuel Blasco.

Hablar de lombricultura es, casi, hablar de una parte de la historia del ser humano en su relación con la naturaleza a la hora de obtener recursos de ella. Lo que hoy parece un novedoso cultivo responsable y respetuoso con el Medio Ambiente ya lo conocían y lo practicaban las antiguas culturas chinas y egipcias, tanto que se ha incorporado a la historia del Arte, el Museo Británico en su sección dedicada al antiguo Egipto alberga dos tumbas con grabados de hombres segando la tierra y recogiendo lombrices. Homero también habla del cultivo del gusano en su obra magna "La Iliada" y hay referencias árabes, en el siglo XII, al mismo tema.

Son algunas de las referencias históricas que ha encontrado el biólogo Manuel Blasco, asesor científico de la Asociación Española de Lombricultura (ASESLOM) y miembro de la misma desde su fundación en mayo del pasado año porque le gusta "mucho la Historia y rebuscar en ella para detectar la presencia de las especies que investigo". Blasco, doctor en Biología por la Universidad de Granada, es catedrático de Biología Animal en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Extremadura. Ha ejercido como director de los departamentos de Zoología de las universidades de Málaga y Extremadura, entre 1972 y 2002, además de haber publicado más de ochenta trabajos científicos y ser autor de 12 libros.

Como científico y miembro de ASESLOM considera positivo el cultivo del gusano en la agricultura porque "lo que hace es producir a escala industrial, pero de manera natural, el adecuado sustrato para que las plantas puedan desarrollarse también de forma natural, pero dadas las necesidades actuales del abonado para la agricultura, el lombricompost producido a macroescala, satisface las necesidades de dicha actividad agrícola, equilibrando el sistema suelo-planta".


¿Qué es la lombricultura?

La lombricultura es una actividad encaminada principalmente a la obtención de fertilizantes naturales, mediante la mineralización parcial de la materia orgánica, con el concurso de gusanos anélidos. El producto principal es el llamado humus de lombriz, una materia semisólida similar a la que resulta de la descomposición natural de la materia orgánica en un bosque o matorral silvestre. Así pues, el humus de lombriz devuelve al medio ambiente los nutrientes que determinadas actividades agroganaderas agotan más o menos rápidamente, sin añadir contaminantes que hacen retrasar la asimilación de los nutrientes. Sin embargo, el punto de origen es la definición exacta de lo que se conoce como humus de lombriz, ya que la idea de que se consigue este producto gracias a la actividad exclusiva de lombrices no es del todo apropiado, pues así se olvidan los ataques previos que realizan otros organismos, que preparan el sustrato susceptible de ser transformado por las lombrices. Una definición debe ser exacta, breve, completa y exclusiva. Y para el humus de lombriz, la concepción se complica al ser el producto un complejo resultante de la actividad de muchos organismos que conviven en un ecosistema especial, la materia orgánica residual. Una aproximación adecuada a una definición que cumpla los requisitos anteriormente citados sería la siguiente: "Se denomina humus de lombriz al producto resultante del metabolismo oxidativo de la materia orgánica como consecuencia de la actividad combinada de microorganismos y lombrices terrestres de la clase de los oligoquetos".

¿Qué importancia tiene la lombricultura o en su defecto el humus de lombriz en la actividad agrícola?

La lombricultura no es un defecto del humus de lombriz sino que forma parte consustancial del mismo. El humus de lombriz es una consecuencia del metabolismo de las lombrices y sus excrementos son nutrientes de las plantas desde hace millones de años. Estos productos metabólicos son absolutamente necesarios para los microorganismos que viven en el suelo (principalmente hongos -micorrizasY y bacterias -rizobacterias), adheridos a las raíces y que por mediación de aquellos, las plantas absorben sus nutrientes, de la misma manera que nuestros enzimas digestivos metabolizan los alimentos para preparar sus nutrientes de la forma adecuada para que nuestros órganos puedan asimilarlos y transformarlos en materia propia. Es por tanto, un ciclo natural, por el que un ecosistema permanece equilibrado. Así pues, la lombricultura lo que hace es producir a escala industrial (pero de manera natural), el adecuado sustrato para que las plantas puedan desarrollarse también de forma natural, pero dadas las necesidades actuales del abonado para la agricultura, el lombricompost producido a macroescala, satisface las necesidades de dicha actividad agrícola, equilibrando el sistema suelo-planta.

¿Por qué aportar humus y no otro fertilizante?

Un fertilizante es un producto que como se puede comprender aporta a un determinado sistema, algo que necesita para su desarrollo. La fertilización es inherente a la vida, sin la cual, esta no existiría. Bacterias, hongos, protistas, vegetales y animales necesitan de componentes fertilizantes para su desarrollo, ya sean hormonas sexuales, emisiones químicas gaseosas, líquidas, sólidas o materias excretarias procedentes de otros organismos, en sinergia, simbiosis o comensalismo. Como es lógico, cada sistema necesita su fertilizante, su nutriente, que debe ser lo más natural posible, que es el que el sistema reconoce. El lombrihumus es el que un suelo clímax (es decir, en perfecto equilibrio entre sus componentes), con sus ácidos húmicos, sus ácidos fúlvicos y resto de componentes, reconoce más fácilmente y por ello, no es un aditivo que se aporta a dicho suelo, sino que es el material natural que se añade cuando los nutrientes de aquel se han agotado o se desea enriquecer. De ahí que la aportación de humus de lombriz no tiene umbral por exceso, ya que el suelo asimila lo que necesita, siendo el resto mantenido como materiales de reserva, sin peligro para la naturaleza, sin peligro alguno de agentes patógenos. Todo lo contrario, caso de aportar un exceso de nutrientes los micro y mesoorganismos del suelo se nutren de aquellos, facilitando la secuenciación evolutiva del suelo. De ello se deduce la gran diferencia de utilizar el humus de lombriz en vez de otros fertilizantes, los cuales pueden provocar desequilibrios en el suelo y en caso de exagerar el aporte, se tiene el peligro de una intoxicación, por lo que el depósito de fertilizantes químicos tiene que ser minuciosamente dosificado. Y el uso de uno u otro no tiene nada que ver con el precio, sino con las necesidades.

¿Hay estudios sobre esta actividad? ¿Qué líneas de ensayos se están realizando y qué conclusiones se tienen?

La lombricultura es tan antigua como la historia. Ya egipcios y chinos hablaban de las lombrices como favorecedores de la fertilización del suelo. Aristóteles se hizo eco de estas observaciones y Columela en tiempos de Claudio y Nerón, se fijó en las lombrices como fertilizantes agrícolas. Desde entonces hasta la actualidad los agricultores saben que las lombrices son buenas para sus cosechas, si bien, no han faltado los que creían que las lombrices devoraban las raíces. Pero es a mediados del siglo XX cuando se intenta el cultivo controlado de lombrices para su uso en agricultura, eligiéndose una especie europea como estándar de estudio, la mal llamada lombriz californiana (Eisenia fétida), ya que como se ha citado, es una especie europea y no americana. El nombre le viene de que fue en California donde se iniciaron los estudios sobre el cultivo de la especie y su masificación para usos agrícolas. Como es natural, las investigaciones se han multiplicado en todo el mundo, dirigidas tanto a promover el conocimiento científico de esta especie y de otras formas próximas, como las aplicaciones de los resultados de investigación para una agricultura a la vez más natural e intensa (si se desea ampliar información, se pueden consultar los diferentes volúmenes anuales del Zoological Record, en su fascículo dedicado a los anélidos, desde 1864). En la actualidad, las investigaciones se centran en estudios genéticos, de biología molecular, inmunocitoquímica, regeneración de tejidos, apoptosis (muerte celular programada), hibridaciones y búsqueda de nuevas especies que puedan aportar diferentes nutrientes o resistencia a depredadores. La globalización ha provocado también el desarrollo de estudios de las introducciones de especies exóticas que pueden transformarse en invasivas y competir con las especies autóctonas. Como es lógico, cada una de estas líneas de trabajo tiene sus propias conclusiones, lo que rebasa el propósito de estas líneas, aunque con carácter general, se corrobora una y otra vez lo que ya se sabe desde antiguo, la gran importancia que tiene para el suelo, los componentes metabólicos de las lombrices, es decir, el humus de lombriz.

¿Qué beneficios aporta esta actividad a la agricultura ecológica?

Esta pregunta ya ha sido en buena parte respondida más arriba. La agricultura ecológica se basa en la aplicación de los conocimientos que se tiene sobre la manera como la naturaleza produce sus materiales de manera natural, sin aditivos extraños a la misma. Ya hemos visto que el humus de lombriz es un fertilizante natural, fabricado de la misma manera de cómo se produce la descomposición de la materia orgánica en la biosfera, siendo aprovechados los nutrientes que se desprenden de esta descomposición, principalmente los microorganismos y la microfauna (nematodos, crustáceos, insectos, lombrices), incluso animales más conspicuos como anfibios, reptiles, aves y micromamíferos). Por tanto, la lombricultura no sólo favorece el desarrollo de la agricultura ecológica sino que es para ella una necesidad ineludible. Pero hay más. La lombricultura tiene como principio de actuación, la descomposición de la materia orgánica en sinergia con microorganismos. Por tanto, aporta un servicio extra de una importancia capital, la eliminación de los desechos tanto de la propia agricultura como de la ganadería, siempre que no lleve aditivos tóxicos. Así, estiércoles de variada procedencia, desechos agrícolas, frutas y hortalizas no comerciales, son recicladas y desaparecen gracias a la intervención de esta actividad, que de otra forma, se acumularían peligrosamente, con el riesgo del desarrollo de agentes patógenos, intoxicaciones del suelo y de la capa freática, incremento de insectos perjudiciales (con su posible carga bacteriana y vírica), malos olores e incremento de los costes sociales por descontaminación.

¿Suponen ustedes que se está invirtiendo la tendencia del uso de los fertilizantes químicos en aras a una agricultura más orgánica, tal y como la desarrollaban nuestros abuelos?

Esta reflexión no es del todo exacta. Los fertilizantes químicos cumplen una misión que no debe despreciarse, aunque es cierto que su uso se ha exagerado, con la consiguiente acumulación de desechos a menudo no reciclables. Recuérdese el problema de las balsas de fosfoyesos en las proximidades de la ciudad de Huelva o los que causaron idénticas complicaciones en el antiguo Sahara español, todo ello motivado por la exagerada demanda de abonos que necesitaba la agricultura intensiva, olvidando los servicios que la propia naturaleza podría aportar. En nuestra opinión, más que invertirse una tendencia, lo que es posible que ocurra es el incremento de la demanda de fertilizantes biológicos (de los que el humus de lombriz es el más representativo) por aumento proporcional de la agricultura ecológica y solicitud exponencial de alimentos sin aditivos potencialmente peligrosos, lo que no significa por ello, un aumento de los precios, simplemente una reorganización mental de las necesidades en concordancia con el momento actual, jaleado por una cultura cada vez más desarrollada basada en los inmensos servicios que ofrece la naturaleza cuando se la cuida, siguiendo sus propias leyes. Por tanto, la tendencia que vemos es que los fertilizantes químicos deberán cumplir con una determinada función y los biológicos deberán cumplir con la suya, teniendo cada una que dar satisfacción a la ciudadanía.

Ya sabemos los beneficios que aporta el humus de lombriz. ¿Pero las lombrices tienen algunas otras aplicaciones?

Como ocurre en casi todos los fenómenos biológicos que se producen de forma natural, siempre existen beneficios de contingencia. La investigación científica tiene como una de sus obligaciones precisamente descubrir esas aplicaciones de contingencia que le dan a la naturaleza tantos y tantos valores añadidos. Las lombrices no son una excepción, máxime cuando como buenos invertebrados, se reproducen exponencialmente, lo que redunda también exponencialmente en los beneficios contingentes. Es de todos conocidos que las lombrices son magníficos cebos de pesca continental, no sólo deportiva, sino también industrial, sirviendo como pienso vivo en acuicultura. Igualmente, son alimentos de elección para animales de jaula, incluso granjas ecológicas. Por otra parte, dadas sus costumbres, las lombrices son utilizadas como agentes limpiadores en aquellas zonas donde se pueden acumular desechos orgánicos. Incluso se utilizan como alimento humano, bien en fresco (a modo de angulas), bien deshidratadas y molidas, dando lugar a una harina de lombriz con las que se hacen tortas, muy demandadas en países sudamericanos y asiáticos. Por razones culturales, la ingesta de tortas de lombriz no ha llegado aún a Europa, pero dada la corriente migratoria, pronto se impondrá la costumbre, para la que hay que estar preparado tanto en suministro como en las diferentes preparaciones culinarias. Y de seguro que en un futuro, las lombrices nos descubrirán nuevos productos y aplicaciones, desde la cadena alimentaria secuencialmente beneficiosa hasta la industria farmacéutica. La ciencia biológica y la ingeniería trabajan al unísono, teniendo a las lombrices como patrones de actuación en las que la humanidad se apoya para avanzar en su desarrollo.